martes, 24 de julio de 2012

Número veintinueve

Anteayer lo único que se me cruzó por la mente fue la coincidencia de haber estado pensando en la eventualidad de despedirnos y que horas después estuviéramos hablando un tema que me hizo pensar que estaba más cerca de lo que creí.

Ahora mi sentir más grande, aparte de la inseguridad, es buscar la manera de no tenerlo presente. Es difícil comprender que existe la posibilidad de que no funcione, pero lo es más cuando alguien te está diciendo que efectivamente será así. Se me rompe un poquito el corazón en pensar que cualquier cosa o esfuerzo que haga, o que cualquier cosa que creemos está 'destinado' a morir, a terminar, a dejar de ser.

Lo extraño es que siento que lo que me rompe un poquito el corazón no es una persona en particular, sino el futuro.
Como que se me rompiera el corazón antes de tiempo.
Como que me hubieran arrebatado tiempo.
Como que fuera ahora todo un recuerdo de un pasado que me invade de nostalgia.
Como que ya fueras un recuerdo.

Casi escribo "como si ya no fueras mío", y me acordé de un poema de Khalil Gibrán que alguna vez leí en la pieza de mis padres, que decía


Tus hijos no son tus hijos 
son hijos e hijas de la vida 
deseosa de si misma. 
No vienen de ti, sino a través de ti 
y aunque estén contigo 
no te pertenecen.


No eres mío ni tampoco soy tuyo, y aunque estés conmigo y yo contigo, no me perteneces ni yo te pertenezco. Y entender que en nuestra libertad queremos compartirnos, es eso lo importante, por más difícil que me sea verlo en este momento. Y tengo dos caminos: llorar antes de tiempo por algo que no sé, o concentrarme en lo importante, atenerme a lo que me había propuesto días antes y quedarme tranquilo.


Lo que tenga que ser será, y que por más seguridad que se tenga con respecto a algo, nunca se puede saber. 


Ay, el amor. Acompañado por Carla Bruni.




No hay comentarios:

Publicar un comentario