La ansiedad, el miedo y la inseguridad intentan invadir mi mente continuamente. Yo no quiero que estén ahí.
Les cierro la puerta y se meten por la ventana. A veces abren la puerta con una llave maestra.
Me costó, pero los tengo identificados. La otra vez, en vez de mirarlos de reojo e intentar evitarlos como siempre, los intenté enfrentar pero igual no conseguí mucho. Me dijeron que había que seguir intentándolo, y eso hago, no voy a rendirme.
Hoy los espero en el umbral de la puerta. Tal vez si cambio de estrategia la situación cambie también. Ahora intentaré escucharlos un rato, pero no los dejaré entrar a mi casa.
Mi casa es mía, y si no los invito es por algo.
Ya po, no sean pesados. Déjenme disfrutar tranquilo la luz que entra por la puerta, que no quiero cerrarla. No quiero ponerme pesado, así que les aviso de sus límites.
Ya les dije: no son bienvenidos. No es en mala. Les mando un abrazo a los tres, para que no se vayan con pena, ¿ya?